Un escritor modernista escribió una obra cuyo texto era muy elevado, lleno de palabras raras y con expresiones extremadamente complicadas. Al llevárselo a su editor, le dice: -Y quiero que mi libro, aparte de ser publicado, sea traducido al francés, al inglés y al alemán. El editor, después de haber leído un capítulo, pregunta: -¿No sería mejor que empezáramos por traducirlo al castellano?