Un coronel del ejército pasea por Londres en una tarde de sol. De pronto, reconoce a un paseante. Se saludan calurosamente, y el hombre confiesa estar sin trabajo. -Espléndido, viejo amigo -exclama el coronel-. Necesito un criado, ¿te va bien el trabajo? El hombre se pone muy contento, y el coronel le dice que puede empezar al día siguiente. Tendrá que despertarle a las ocho en punto. El nuevo criado entra a la hora convenida, sacude al coronel en el hombro hasta que le despierta y, después, se dirige al otro lado de la cama. Descubre allí a la mujer de su señor, que duerme tranquilamente, y le chilla al oído: -¡Arriba, mujerzuela, ya va siendo hora de que regreses a tu pueblo.