En un pueblecito un hombre va a confesarse: -Padre, he pecado con una mujer casada. -¡Terrible! ¿Quién es? -No, Padre, no se lo diré. No quiero que se sepa de quién se trata. -¿Acaso la mujer del zapatero? -No, padre. -¿Quizá la mujer del sacristán? -No, Padre. -Ya sé: ¡la mujer del farmacéutico! -No, Padre. ¡Ya le he dicho que no quiero que se sepa de quién se trata! -Entonces, si no me lo dices, tendré que negarte la absolución... El hombre sale de la iglesia y se encuentra con un amigo. -¿Cómo te ha ido? -No me ha dado la absolución el cura; ¡pero dispongo de tres direcciones fenomenales!