Un señor entra con su perro en un bar. Pide que le traigan un ajedrez, hace sentar al perro a la mesa y ambos empiezan a jugar una partida. Para gran asombro de los presentes, el perro y su amo juegan una partida tras otra. Al fin, uno de los clientes del bar exclama: -¡Señor, le felicito, su perro es un genio! -¿Quién, él? Pero ¿qué dice, hombre? ¡Si de las cuatro partidas que hemos jugado ha perdido tres!