Libro de chistes cortos buenos

Un agente de tráfico detiene un coche. El coche lo conduce un perro. Al lado del perro hay un hombre sentado. El agente exclama con voz severa: -¿Así que usted permite que conduzca el perro? Y el pasajero responde: -Si quiere la verdad, ¡yo soy un autoestopista!