Muchas solteronas tienen un perrito al que adoran, al que quieren muchísimo. Una vez un coche mató en la calle a uno de esos animalitos privilegiados. La dueña llora amargamente, y el conductor le dice: -Señorita, créame que haría todo lo que estuviese en mis manos para reemplazar a su perrito. -¡Gracias, señor, por su oferta, pues la acepto gustosamente!