Interrogado un náufrago sobre sus peripecias, reconoció con naturalidad. -En realidad hay poco que contar. Naufragamos una joven pasajera y yo, que era el contramaestre. Los dos fuimos a parar a una isla desierta, donde permanecimos cinco años alimentándonos de la caza y de la pesca. Hace unos pocos días pasó un barco y nos recogió a los nueve.